Por P. Matthew Pittam

Muchos de nosotros estamos profundamente tristes por la importante decisión de no celebrar, durante estos días, la misa junto a los fieles de nuestras parroquias. Para muchos de mis feligreses esto ha significado la desaparición de un importante pilar y fuerza en sus vidas. Algo que les habría ayudado a sostenerse durante estos tiempos de confusión de repente ya no estaba allí.

Es ciertamente un momento de gran ansiedad e incertidumbre para la mayoría de nosotros. Las cosas que hemos dado por sentado ya no son un hecho y podemos sentir pérdida, dolor e incluso una sensación de duelo. Durante muchos años he trabajado en un centro de salud mental y recuerdo cómo cuando intentaba apoyar a aquellos que experimentan sentimientos de ansiedad, siempre les recordaba dos pilares importantes para afrontarlos: rutinas y propósitos. Si intentamos vivir plenamente una vida católica hemos de tener ambos en abundancia.

El desarrollo de horarios para las horas de comida, recreación y oración pueden ayudar a establecer un sentido de bienestar y estabilidad. La vida de oración de la Iglesia nos proporciona un marco fuerte y robusto. Tenemos una tradición viva de 2.000 años que ha sostenido a nuestros antepasados a través de grandes momentos de prueba y angustia hasta que nos sea posible abrazarnos de nuevo.

Este podría ser un buen momento para pensar en cómo podría ser para nosotros una «regla de vida» y para considerar de nuevo el rezar partes del oficio diario o tratar de practicar un acto particular de piedad o devoción. Una regla de vida puede sonar como algo restrictivo, pero es un marco muy flexible que nos ayuda a crecer en santidad y a imagen de Cristo.

Muchas plantas de jardín necesitan un enrejado para crecer y desarrollarse. De la misma manera, una regla de vida puede ser una forma de darnos un marco en el que crecer. En su forma más simple, una regla de vida puede ser una lista de propósitos para rezar, leer, dormir, descansar, ver la retransmisión de una misa y dar tiempo a los demás. Siempre es un documento de trabajo y puede desarrollarse a medida que crecemos en Cristo.

Podríamos pensar cuidadosamente en cómo estas actividades pueden ir marcando nuestro día, especialmente si tenemos demasiado tiempo libre debido al confinamiento. Con tantos recursos disponibles en internet, nunca ha sido más fácil acceder al rico tesoro de la vida de devociones y de oración de la Iglesia.

Nuestras circunstancias actuales nos dan muchas oportunidades para hacernos propósitos. Cuidar de nuestros hermanos de la parroquia, de nuestros amigos y familiares será cada vez más importante y esto se vincula muy claramente a nuestra vida de oración interior. Participar en las misas que se celebran, y tener un sentido de compromiso en esto, puede ayudarnos a sentirnos conectados a las oraciones de la Iglesia.

Podemos en estos momentos sentirnos muy separados de todo, pero en comunión con Cristo nunca podemos estar espiritualmente aislados de su Iglesia. Es importante recordar que toda la oración de la Iglesia y su vida devocional nos unen a la Misa y a la Cruz de Jesús. Debido a que la Misa es la fuente y la cumbre de nuestra fe, todas las demás liturgias y devociones fluyen de su celebración y tienen sentido en su relación con ella. Nuestras oraciones, oficios y piedad nunca pueden separarse de la Misa y están, a través de su relación con la Misa, enraizadas en la obra redentora de Cristo.

Así que cuando rezamos el rosario, decimos la Coronilla de la Divina Misericordia o participamos en cualquier forma de devoción de la Iglesia, estamos haciendo algo que está arraigado en la Misa, incluso cuando no podemos asistir a ella. Recuperar el sentido de esto nos ayudará a comprender nuestra completa conexión con la Iglesia.

Y por favor, recuerden también que los sacerdotes siguen aquí y están disponibles para todos ustedes. Pueden contactarnos para pedir oraciones, consejos y apoyo.

Tampoco es fácil para los sacerdotes, que ahora tienen que decir misa sin sus amadas familias parroquiales. Nosotros también experimentamos una sensación de aislamiento de ustedes y un sentimiento de separación y pérdida. Saber que siguen conectados con la misa a través de las oraciones de la Iglesia nos da un gran consuelo al celebrar la misa a puerta cerrada en su nombre.

Juntos en la oración, podemos esperar con esperanza el momento en que nos reuniremos de nuevo alrededor del altar de Dios.

El P. Matthew Pittam es párroco de Monks Kirby, Warwickshire.

Publicado en Catholic Herald, 26 de marzo de 2020.