El evangelista san Lucas, en las narraciones sobre «la presentación en el Templo» y de la «purificación de María», y en la de la escena de Jesús Niño entre los doctores en el Templo, reiteradamente da a José el nombre de padre de Jesús: «El padre y la madre del Niño…» [Lc 2, 33], «sus padres presentaron al Niño Jesús…» [Lc 2, 27], «Iban sus padres cada año a Jerusalén…» [Lc 2, 41], «Quedóse el Niño en Jerusalén sin que lo advirtiesen sus padres» [Lc 2, 43], «Mira que tu padre y yo llenos de afición…» [Lc 2, 48].
Precisamente sobre estos textos evangélicos, y comentando las palabras de que «Jesús se fue a Nazaret con ellos y les estaba sujeto» [Lc 2 51], san Agustín afirmó que el Evangelista dice que Jesús «era obediente a sus padres». El gran Doctor entiende que hay que llamar a José propiamente padre de Jesús, y esto en razón de haber sido por Dios elegido para esposo virginal de la Virgen Madre que, como había anunciado el profeta Isaías, había de engendrar por obra del Espíritu Santo al Hijo de Dios hecho hombre.
Reflexionando sobre las palabras de san Agustín, a la luz de los textos del Oficio divino en la actual Liturgia de las Horas y de la Misa del día 19 de marzo, hemos de pensar en que «Dios llama a las cosas que no son como si fueran», y obra en los hombres por encima de las fuerzas humanas e incluso «sin las obras» del hombre.
Llamamos a José padre de Jesús, porque obedeciendo como creyente al designio divino, «creyó a Dios y esto le fue computado como justicia», como se dice de Abraham, a quien Dios constituyó milagrosamente padre de muchas gentes por su fe. Los milagros del poder de Dios al servicio de su obra salvadora culminan en la Resurrección del Señor, y antes, en su concepción virginal en el seno de María, verdadera esposa del patriarca José.
Le llamamos «padre» no a pesar de confesar la virginidad de María y la de su esposo virginal sino que, a la luz del designio divino, le llamamos, con el Evangelio y con María, «padre de Jesús». Y porque su virginidad es el ejercicio de su fe obediente que le asocia a la divina maternidad de su esposa. Así fue padre «porque no engendró» a Jesús, y porque fue escogido para esposo de aquélla en que el Señor se encarnó, por virtud del Espíritu de Dios.
Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (julio-agosto de 1992) 6