«José fue llamado por Dios para tomar consigo a María su esposa que estaba encinta del que fue engendrado en Ella por el Espíritu Santo (Mt 1, 20) para que Jesús, llamado el Cristo, nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1, 16)».
En el Catecismo recientemente promulgado, explicando las palabras del Credo: «Y en Jesucristo», se nombra así a José como llamado por designio divino para que, a través de él, se cumpliese en el nacido de María por obra del Espíritu Santo, la filiación davídica: la filiación prometida y profetizada al rey David, y por la que su descendiente sería Rey y Sacerdote.
Así como a María se le anuncia que a su Hijo «le dará Dios el trono de su padre David» [Lc 1, 31], al propio José le llama el Ángel en sueños «José, hijo de David» [Mt 1, 20].
El designio misterioso de la «paternidad virginal» del esposo de la Madre de Dios no debe nunca hacernos olvidar que el título mesiánico de «hijo de David», propio de Cristo, se da también, y únicamente a él, al patriarca José.
San Agustín, que entiende que José debe ser llamado plenamente «padre de Jesús», precisamente porque su virginidad le asocia a su esposa en la aceptación fiel de la acción del Espíritu Santo, afirma incluso que, aunque no reconociésemos a María como descendiente de David, bastaría la filiación davídica de José para ver en Jesús cumplida la promesa divina al Rey Profeta.
Las palabras del Catecismo que hemos citado habrán de ser en todo caso un estímulo para los estudiosos de la teología josefina, para avanzar con mayor firmeza en la comprensión de la misteriosa y verdadera paternidad de José respecto de Jesucristo.
Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (julio-agosto de 1993) 12