«Con Cristo resucitaste, en cuerpo y alma glorioso». Así se cantaba en unos «gozos», difundidos por los Carmelitas Descalzos a mediados del siglo xviii, desde el convento de san José –en el lugar del actual mercado de la Boquería, siempre conocido como «Mercado de san José».

Sobre aquellos «gozos» hubo entonces una polémica, pues algunos negaron que José fuese, como en ellos se cantaba, «santo sin igual y de Dios el más amado».

Esta excelencia de san José en dignidad y santidad, sólo inferior a María, y por encima de todos los ángeles y santos, la afirmaron expresamente León XIII y Pío XI. Es interesante notar que en el siglo xviii nadie discutió en Barcelona la afirmación de que José resucitó glorioso con Cristo.

Se habla poco de esto, pero habría que recordar que la mayoría de los autores, a partir del siglo xv, lo sostienen como lo más adecuado a la íntima reunión de «aquella santa Familia». Jesús, María y José. Que, por haber vivido en unión íntima en la tierra, en el trabajo y en el sufrimiento, triunfan ahora en la gloria celeste, asociados María y José a su Hijo, «primogénito de entre los muertos».

Recordemos que esta doctrina de la resurrección corporal del patriarca José la afirmó Juan XXIII hablando a los fieles en una audiencia pública. Recordemos también que la enseñó como cierta el obispo Torras i Bages, cuyas virtudes heroicas acaban de ser declaradas.

La creencia piadosa en la resurrección de José sería congruente para alimentar nuestra esperanza, y nuestra devoción y confianza hacia el patrocinio del glorioso patriarca.

Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (noviembre-diciembre de 1992) 4