La fiesta de san José Obrero, al ser instituida por Pío XII, dio lugar a la supresión de la del patrocinio de san José. Se dispuso, entonces, que en la fecha del 19 de marzo se celebrase a san José como «patrono de la Iglesia universal». Durante un tiempo estuvo así escrito en los textos litúrgicos.

La reforma litúrgica, que no restauró la fiesta del patrocinio, y que incluso disminuyó la categoría de la del primero de mayo, de san José Obrero, reduciéndola a una simple «memoria», hizo desaparecer aquel título tradicional, que había consagrado Pío IX, de patrono de la Iglesia.

Por otra parte los estudios teológicos contemporáneos, mientras han avanzado en la afirmación de la verdadera «paternidad de san José» han buscado muchas expresiones para superar el vacío de contenido de una «paternidad putativa», que sólo dice lo que los hombres pensaban pero san José no era, es decir, padre al modo ordinario de los hombres.

Se han buscado términos positivos más adecuados. Teólogos insignes como el italiano Tarcisio Stramare y José María Solé Roma, claretiano catalán, han hallado en el título de «padre mesiánico» una expresión que diga en qué sentido san José fue verdadera y propiamente padre de Jesús, el Hijo de Dios.

En esta misma revista (marzo-abril de 1995) ha propugnado esta denominación, con mucho fervor y lucidez, Manuel María Doménech Izquierdo. Tengo la convicción de que el apelativo «mesiánico» expresa bien el concepto de la paternidad de José, a quien el Evangelio llama «hijo de David», al hablar san Mateo de la genealogía de Jesús, el Mesías –el Cristo– o hijo de David, hijo de Abraham.

El padre Francisco de Paula Solà advertía que el título de «hijo de David» es en los Evangelios aplicado por antonomasia a sólo Cristo, pero que también es expresamente nombrado así José, el esposo de María. Lo que implica la inserción de José en la ascendencia por la que el Verbo encarnado entra en el mundo como el prometido Mesías.

Me parece que se avanzaría mucho en la piedad y en la doctrina si se insistiese siempre en el término, empleado muchas veces en el Magisterio y a la vez muy difundido en la piedad del pueblo cristiano, de patriarca, al hablar de san José.

Este título sugiere la inserción de su misteriosa paternidad en la Encarnación redentora, y a la vez significa también, mejor que el nombre de patrono, su solicitud paterna sobre la Iglesia.

Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (julio-agosto de 1995) 11