El Papa recuerda algunos rasgos fundamentales del Misterio de la Encarnación, en el que se basa la fe incluso en tiempos de pandemias

Marco Invernizzi, Lettere agli amici de Alleanza Cattolica, 17 de abril de 2020.

«Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin el Pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad – digamos – gnóstica, una familiaridad sólo para mí, separada del pueblo de Dios».

El Papa ha pronunciado estas palabras en su homilía en la misa celebrada en Santa Marta el viernes 17 de abril. La familiaridad con Jesús es la oración de la que nace la comunión, esa oración que hacía decir al santo cura de Ars de un campesino que pasaba horas delante del Santísimo: «Yo lo miro, él me mira», como pueden hacer dos enamorados o una madre con su hijo.

La familiaridad necesita diversos ingredientes: el pan que se convierte en el cuerpo de Cristo y se conserva en el Tabernáculo, la Iglesia como la comunidad de los que adoran esa Presencia real del cuerpo de Cristo.

Ahora bien, una Iglesia que olvida estos fundamentos se arriesga al gnosticismo, es decir, a aquella enfermedad del espíritu que confunde el cristianismo con una vía abstracta e intelectualista, dirigida a unos pocos iniciados que no necesitan los signos concretos a los que siempre se refiere el pueblo.

Con gran humildad el Papa ha recordado el reproche de un obispo, que le dijo, antes de la celebración en San Pedro sin fieles: «Ten cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar los Sacramentos, de no viralizar al Pueblo de Dios. La Iglesia, los Sacramentos, el Pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento debemos hacer esta familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarse allí».

A menudo nosotros, ciudadanos del Tercer Milenio un poco intelectualizados por una fe recuperada pero a menudo sin raíces populares, tenemos dificultades para comprender la importancia de los «signos».

Los Apóstoles entendieron en cambio el sentido de la familiaridad con el Señor: «ésta es la familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida diaria, familiaridad con el Señor en los Sacramentos, en medio del Pueblo de Dios».

En la actualidad la emergencia sanitaria nos obliga a privarnos de estos «signos», pero no debemos olvidar el significado de esta privación, es decir, la salud de tantos, además de la de cada uno de nosotros. Sin embargo, el Papa nos recuerda que debemos salir del túnel, no quedarnos allí. Que no tenemos que escuchar a quienes dicen que se puede rezar en todas partes, incluso en el baño: no porque no sea verdad, en absoluto, sino porque va en contra del misterio de la Encarnación, que afirma que Dios se ha hecho hombre, asumiendo todas sus características excepto el pecado, y que ha dejado en herencia al hombre una presencia real, que quiere que el hombre viva la fe en la comunidad, en su Pueblo.

A veces uno tiene la impresión de que algunos han olvidado estas características esenciales de la fe cristiana.