Se cumplen ahora ciento cincuenta años del advenimiento de Pío IX a la sede de San Pedro. Los devotos de san José tenemos que recordarle con acción de gracias a la Divina Providencia. Fue Pío IX el que, al proclamar en 1870 al glorioso patriarca como patrono de la Iglesia universal, puso en marcha una corriente de devoción y confianza en su patrocinio que se acrecentaría en los tiempos posteriores.

El papa Juan XXIII, que puso bajo el patrocinio de san José el Concilio Vaticano II escribió en su Diario del alma:

«El Señor […] quiere muchas veces probar con tribulaciones a sus predilectos, [las cuales pueden ser] amarguras del espíritu, contradicciones tremendas, capaces de consumir la vida del siervo del Señor, siervo de los siervos de Dios, en un auténtico martirio. Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria: imitándole en sus sacrificios, querría ser digno de celebrar su canonización».

En una audiencia general del 22 de agosto de 1962, el año en que se inauguraría el Concilio Vaticano II, decía Juan XXIII sobre Pío IX:

«Nadie fue más amado y odiado que él. Su entrega a la Iglesia y su empresa brillarán hoy más que nunca; unánime es la admiración para con él… El Papa acaricia en su corazón una grata esperanza: que el Señor le conceda el gran don de poder decretar el honor de los altares al que convocó y celebró el Concilio Vaticano I, durante el desarrollo del Concilio Vaticano II».

La causa de beatificación había sido introducida en 1954 por Pío XII, y en 1985 bajo Juan Pablo II fue declarada la heroicidad de sus virtudes. Podemos ya llamar Venerable al máximo apóstol pontificio de la devoción a san José; y podemos pedir y esperar que por su intercesión sea pronto elevado al honor de los altares. Será sin duda un bien muy grande para la Iglesia y un aliento esperanzador para todos sus hijos devotos de san José.

Sin duda la glorificación de Pío IX estimulará también la fructificación de los designios divinos expresados en un Concilio, el Vaticano II, que, por primera vez en la historia de la Iglesia, fue colocado por el Papa bajo la protección de san José.

Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (julio-agosto de 1996) 10