El centenario de la muerte de santa Teresita de Lisieux, que deseaba ser llamada Teresita, mensajera de la infancia espiritual y del abandono confiado y filial al Amor misericordioso de Dios, nos invita a recordar su devoción a san José. Nada mejor que atender a sus propias palabras:
«Mi devoción hacia san José, desde mi infancia, era una misma cosa con mi amor a la Santísima Virgen».
«San José bendito, ¡cuánto le amo!… ¡Cuán sencilla me parece que debió de ser su vida! Lo más ejemplar para mí, cuando pienso en la Sagrada Familia, es imaginarme una vida del todo ordinaria».
El abandono filial a la providencia paterna de Dios, la obediencia pronta y sencilla a los designios divinos, tiene para la santa carmelita un ejemplo, inseparable del de María, en el patriarca José. A él se dirige con estas fervientes invocaciones.
«José el admirable, José justo y bueno. Que viviste humilde como carpintero. ¡Qué dicha la tuya en este destierro, sirviendo a María y a Jesús sirviendo!…
»Cuando de la prueba se acabe el tormento, a verte en la Patria por fin volaremos. Volaremos alto porque está tu asiento junto al de tu esposa, la Reina del cielo. Cantaremos todos, en dulce concierto, la vida escondida de José, el Obrero».
Francisco Canals Vidal,
La Montaña de san José (enero-febrero de 1997) 11