Y la misa se acaba.

El sacerdote dice: «Podéis ir en paz.»

Y el pueblo responde: «Demos gracias a Dios.»

Hoy es, pues, el último día de este ciclo de siete semanas que hemos pasado comentando ritos, símbolos y plegarias de la santa misa.

El «Podéis ir en paz» va muy muy unido con el «Demos gracias a Dios».

La paz es plenitud de amor. Es la seguridad de saberse amado.

  1. Podéis ir en paz. Porque hemos podido orar juntos, acompañándonos y sosteniéndonos los unos a los otros. Hemos fortalecido nuestra fe y hemos crecido en esperanza y caridad. No hemos tenido miedo de ningún ataque terrorista como tantos hermanos del Asia Menor, de Egipto, del norte de Nigeria o de los estados perseguidos de la India. No estamos clavados a ninguna cama de hospital ni encerrados en ninguna prisión de perseguidores, ni en ningún campo de refugiados, que son unos 250 millones en el mundo de hoy. Demos gracias a Dios.
  2. Podéis ir en paz. Porque habéis podido recibir el perdón de Dios y habéis podido disfrutar de su Palabra, del Antiguo Testamento, del Apóstol y del Evangelio. Cuando estas palabras se gestaban y el Espíritu Santo las iba inspirando, Dios ya pensaba en nosotros, en nuestra comunidad de carmelitas, en nuestra asamblea, y nos iba preparando en el seno de la madre para que las escucháramos con amor y ternura. Demos gracias a Dios.
  3. Podéis ir en paz. Porque hemos tenido pan y vino para ofrecer, y ha bajado el Espíritu Santo para que se conviertan para nosotros en el cuerpo y la sangre de Cristo. Que fueran alimento para poder hacer el camino que nos va conduciendo a la vida eterna. Para que no desfalleciéramos ni nos desanimáramos en las dificultades. Para que tuviéramos fuerza para llevar la cruz que nos ha tocado en la vida, y la lleváramos siguiendo los pasos de Jesús que por nosotros subió al Calvario. Sí, démosle gracias a Dios.
  4. Podéis ir en paz. Porque la Eucaristía que celebramos en la misa nos da fuerzas y coraje para orar por todos los hombres, hermanos nuestros, especialmente los que nos son más amados y próximos en la familia, los amigos del barrio, y todos los que han venido a nuestra ciudad de setenta y cinco países diferentes y que, lo sepamos o no, nos ayudan a vivir mejor. Sí, demos gracias a Dios.
  5. Podéis ir en paz. Porque sobre nuestro altar se han realizado maravillas. Hemos hecho el memorial de la pasión de Cristo, que se entrega en la cruz dándonos su vida para la remisión de los pecados. Porque Jesús ha cumplido el signo de Melquisedec, como también el de Abrahán, que en su fe iba a ofrecer a su hijo Isaac. Y, así, Jesús nos ha entregado el documento admirable de su amor total por todos nosotros y por todos los hombres. Hemos asistido otra vez a la donación total de Jesús, el siervo sufriente y el esposo amante, que quiere estar con nosotros como amigo, en el sagrario, hasta que vuelva glorioso al final de los tiempos. Sí, demos gracias a Dios.
  6. Podéis ir en paz. Porque, como en la Encarnación, Jesús se nos ha entregado en la Eucaristía, se ha adentrado en nuestra historia para llevarla al seno del Padre. Porque el Verbo de Dios nos ha hablado desnudándose totalmente de sí mismo. Y es a través de este corazón de Dios, presente en cada hombre, y por eso gracias a él, como nos podemos unir todos con todos y familiarizarnos y amarnos. Porque en Jesús en la Eucaristía nos ponemos en comunión con la nueva humanidad, tal como nos lo ha revelado el Espíritu Santo, identificada con él. Y así toda la familia humana y todo el universo puedan hacerse la respiración del Padre. En él asumimos toda la creación. Por él nos sentimos responsables de todos los hombres hermanos nuestros que sufren. Con él podemos actuar para que descubran su dimensión divina, puesto que Jesús Eucaristía se ha entregado para que todo el mundo sienta, sepa y saboree que, dando su vida divina, salva nuestra vida humana. Porque creemos y sabemos que, en Jesús que se ha entregado en la misa, no solo se completa la humanidad sino también el universo. Puesto que toda la creación tiene la vocación de hacerse la custodia de Dios. Más allá de las apariencias materiales, está el Verbo y la inteligencia divina que lo transforma todo en ofrenda de amor eterno. Cuando Jesús transubstancia el pan y el vino, está mostrando que, a través de la pequeñez de los signos exteriores, todo el universo tiene la vocación de ser divinizado. Así como, al menos por momentos, y gracias a las especies consagradas, la materia es liberada, el universo físico se personaliza y se cumple la unidad de toda la creación. Mediante la consagración, la misa es un misterio divino que lo transforma todo. Sí, demos gracias a Dios.
  7. Podéis ir en paz. Porque hemos podido comulgar en unión con la Iglesia del cielo y de la tierra. Hemos participado de una misma mesa. Hemos recibido a Cristo que siempre nos empuja a amarnos más. Porque nos llena de su gracia, que ya es anticipación del paraíso, y se nos ha dado como prenda de la gloria futura. Dice una pequeña parábola que un día las estrellas pidieron a Dios poder posarse encima de la tierra. Pero se cansaron, porque encontraban a los hombres aburridos y se volvieron hacia los espacios sin límites. Sin embargo, no todas. En la tierra se quiso quedar la estrella verde, porque tenía un corazón grande y vio que su lugar estaba donde existe imperfección, las cosas no van bien y hay dolor. Era la estrella verde de la Esperanza, y se iba posando en el corazón de cada hombre y la tierra se fue iluminando de nuevo. Porque la esperanza es el único tesoro que puede tener cada hombre, para que espere un mundo mejor, aunque se equivoque, sea imperfecto y no sepa cómo será en el futuro. Sí, demos gracias a Dios.
  8. Podéis ir en paz. Porque Jesús es esta estrella verde que se ha ofrecido para transformar todos los corazones y acompañarnos hasta el final de nuestra peregrinación. Y sí, demos gracias a Dios. Porque Jesús no nos dejará nunca más solos, estará con nosotros cada día hasta el fin del mundo y nos va acercando al día pasando por el camino de la noche. Porque nos da ideales que son como las estrellas, que seguramente no alcanzaréis nunca, pero intentándolo vamos haciendo nuestro camino en la buena dirección, hacia la meta divina para la cual hemos sido creados y destinados.

Y así vayamos todos en paz, dando gracias a Dios e intentando vivir siempre en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.